30 marzo, 2007
Los resultados obtenidos permitieron la constatación del castillo como elemento aglutinador de la población como prueba la concesión del fuero de la villa en 1182 por parte de Sancho VI de Navarra en el que se ordena un nuevo urbanismo que contempla la existencia de varias calles relacionadas con el castillo mediante la construcción de una muralla reforzada con la presencia de un foso parcialmente inundable.
En la siguiente fase de trabajos arqueológicos, realizados durante 2006 y nuevamente encargados y financiados por Arabarri, S.A., y dirigidos por F. Javier Ajamil Baños se abrieron nuevos sondeos para intentar verificar los siguientes extremos:
· Existencia de foso y documentación del mismo en planta y sección.
· Localización del trazado Sur de la muralla entre el Castillo y la Villa.
· Documentación de la ocupación de las terrazas existentes en la ladera Norte dónde quizás pudieron ubicarse las edificaciones auxiliares mencionadas en el documento, ya que el patio de armas del castillo es de muy reducidas dimensiones para albergar los elementos descritos: servían para acoger la vivienda del alcaide, los tenentes y “gentes que en tiempos de necesidad se recogían en ella”.
Desde el punto de vista arqueológico, hemos podido documentar la existencia del foso, de unos 5 metros de anchura y dos metros de profundidad, con un perfil vertical en su parte externa e irregular en su parte interna. El foso presentaba variaciones tanto en planta como en sección en aquellos lugares dónde el terreno ya presentaba la suficiente pendiente como para dificultar, de manera natural, el acceso: en estos casos se socava ligeramente el terreno, ahorrando el esfuerzo de profundizar en la roca natural.
Tampoco hemos localizado la muralla en la vertiente Sur del Castillo, hecho que relata la documentación. Los sondeos no revelaron ni restos de la cerca ni actuaciones sobre la roca natural para el asiento de esta: no obstante es posible que la falta de mantenimiento y la fuerte pendiente, unidas a la erosión, haya modificado el perfil artificial del terreno acabando esta muralla dentro del relleno que anula el foso. Además no hemos podido detectar restos de la muralla que bordeaba las terrazas y que separaba el castillo de la villa en su lado Norte, como se podría desprender al examinar una acuarela depositada en el Archivo de Bernedo y fechada en 1668, de lo que debemos deducir que tal muralla posiblemente no existió.
Por otra parte tampoco podemos confirmar arqueológicamente que el Castillo tuviese una muralla que lo diferenciase de la Villa y se uniesen a través de una puerta y un puente de madera, pensamos, más bien, que se trata de una poterna desde la que accedería al propio Castillo desde las construcciones auxiliares localizadas en las terrazas y que, desde estas, partiese un camino que enlazase con la Villa, hecho este que podría intentar documentarse con una intervención arqueológica de mayor entidad.
La existencia de construcciones auxiliares, en lo que se refiere a la documentación, presenta un problema, puesto que de los 5 vecinos interrogados en 1592 solo uno refiere su existencia tanto en el exterior como en el interior del castillo, mientras que los otros 4 las incluyen en el patio de armas de la fortaleza, aunque parece poco probable dada la estrechez del espacio. Si nos trasladamos al exterior caben dos posibles ubicaciones para su localización, bien en la explanada sita en la parte Sur y Oeste del castillo, aunque el reciente enrasado de estos lugares nos ha privado de cualquier evidencia arqueológica; o bien en las terrazas situadas al Norte y al Este, en las que si hemos podido documentar presencia de elementos de habitación, aunque de naturaleza perecedera puesto que no hemos detectado depósitos de materiales pétreos y acumulaciones de tejas de escasa entidad, aunque si niveles de suelo/uso realizados con tierra y pequeñas piedras apelmazadas que conforman empedrados que buzan hacia el corte de las terrazas alcanzado las grandes piedras colocadas para evitar desprendimientos. Esto nos induce a pensar que la documentación y el registro arqueológico coinciden al menos en la utilización de sistemas constructivos basados en la madera, aunque, lamentablemente, no podamos establecer ni la funcionalidad ni la cronología de estos niveles de ocupación. La utilización, solamente, de la cerámica como marcador cronológico, no es factible: su presencia sugiere la existencia de un nivel de ocupación más o menos continuado, pero sin poder afirmar el arco temporal de su uso.
Pensamos, por otra parte, que la suma de todas estas evidencias parciales si que nos hablan de una ocupación y uso del espacio que se extiende por estas terrazas, aún no pudiendo establecer la certeza de que se trata de las mencionadas en el documento del siglo XVI.
Para terminar debemos comunicar que en la nueva revisión documental y bibliográfica llevada a cabo por Pedro Uribarrena, de Ondare Babesa, S.L., ha proporcionado una referencia hasta el momento inédita sobre el ataque que sufre la Villa de Bernedo por el mariscal Don García López de Ayala, en 1470, que se saldó con la toma del Castillo y expulsión del alcaide, reteniendo a sus oficiales bajo el nuevo señor del castillo, la quema de una parte importante del caserio villano, la destrucción de una torre existente junto a la iglesia y la usurpación del molino anteriormente propiedad del Concejo. El documento, trascrito por Ramón Cuesta Astobiza, al que debemos nuestro agradecimiento, se titula “Carta ejecutoria a pedimento del conçejo de Bernedo, en la frontera de Navarra, contra el mariscal de ampudia sobre la mesma villa de Vernedo e un molino, para que dexe el dicho mariscal la dicha villa a la Corona rreal, y el molino, al conçejo” y está fechado en Valladolid en 1489 (depositado en la ARChV, Sección de Reales Ejecutorias. 26.1.). Este documento es la finalización del pleito que sostuvieron el Concejo de Bernedo y Don Pedro de Ayala por el Señorío de la Villa, la reconstrucción de la fortaleza y el dominio y las rentas del molino de la Villa, debiendo pagar el noble una importante cantidad de dinero por las rentas obtenidas con la ocupación del molino y la devolución del mismo al Concejo además de la reintegración de la Villa y la fortaleza a la Corona. No entramos a valorar los importantes matices que aportará este documento a la hora de entender la presión señorial en los últimos años de la Edad Media, pero si entendemos que será vital para el entendimiento de los niveles arqueológicos que resten en Bernedo: hasta ahora no se conocía la existencia de un incendio que atacó el casco urbano de la población, ni se tenía conocimiento de la presencia de una torre localizada junto a la iglesia y destruida durante el ataque, que nos hará mirar con otros ojos la fábrica de este templo.
Autores: F. Javier Ajamil Baños y F. Rafael Varón Hernándezjavier.ajamil@ondarebabesa.com / rafa.varon@ondarebabesa.com
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